viernes, 18 de enero de 2013

Virgilio,Harpías y Cíclopes.

¿Quien es Virgilio?

Publio Virgilio Marón (Andes, actual Virgilio, cerca de Mantua, en la Región X, Venetia, hoy Lombardía italiana, 15 de octubre de 70 a. C. – Brundisium, actual Brindisi, 21 de septiembre de 19 a. C.), más conocido por su nomen, Virgilio, fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, fue su guía a través del Infierno y del Purgatorio.
Formado en las escuelas de Mantua, Cremona, Milán, Roma y Nápoles, se mantuvo siempre en contacto con los círculos culturales m
Fue el creador de una grandiosa obra en la que se muestra como un fiel reflejo del hombre de su época, con sus ilusiones y sus sufrimientos, a través de una forma de gran perfección estilística.

Virgilio y la Eneida

 Virgilio trabajó en esta obra desde el año 29 a. C. hasta el fin de sus días (19 a. C.)
A partir del año 29 a. C., inicia la composición de su obra más ambiciosa, la Eneida, cuya redacción lo ocupó once años, un poema en doce libros que relata las peripecias del troyano Eneas desde su fuga de Troya hasta su victoria militar en Italia. La intención evidente de la obra era la de dotar de una épica a su patria, y vincular su cultura con la tradición griega.
Según Virgilio, los romanos eran descendientes de Ascanio, y por lo tanto del propio Eneas. El estilo de la obra es más refinado que el de los cantos griegos en los que se inspiró.
Había ya escrito la Eneida, cuando realizó un viaje por Asia Menor y Grecia, con el fin de constatar la información que había volcado en su poema más famoso. En Atenas se encontró con Augusto y regresó con él a Italia, ya enfermo. A su llegada a Brindisi, pidió al emperador antes de morir que destruyera la Eneida(Quizá fuera porque desease desvincularse de la propaganda política de Augusto o fuera porque no considerase que la obra hubiera alcanzado la perfección buscada por él como poeta). Augusto se opuso rotundamente y no cumplió la petición, para gloria de la literatura latina.


 Monstruos de la Eneida: Harpías y Cíclopes(Polifemo)

1. Harpías

-Castellano
"Todavía anduvimos errantes por el caliginoso mar durante tres días sin sol y otras tantas noches sin estrellas; por fin, al cuarto día vimos por primera vez alzarse tierra en el horizonte, aparecer montes a lo lejos y algunas nubes de humo. Amainamos velas y echamos mano al remo sin perder momento; los marineros baten la espuma a fuerza de puños y barren las cerúleas ondas; la playa de la Estrófadas me reciben las primeras, libertado del mar. Los griegos denominan Estrófadas a unas islas del vasto Mar Jónico, donde habitan la cruel Celeno y las otras arpías, desde que, cerrado para ellas el palacio de Fineo, el miedo les hizo abandonar sus abundosas mesas. Jamás salieron de las aguas estigias, suscitados por la cólera de los dioses, monstruos más tristes ni peste más repugnante; tienen cuerpo de pájaro con cara de virgen, expelen un fetidísimo excremento, sus manos son agudas garras, y llevan siempre el rostro descolorido por el hambre...
Apenas desembarcamos en el puerto, vimos esparcidas por toda la campiña hermosas vacadas y rebaños de cabras sin pastor. Entrámosles a cuchillo, ofreciendo a los dioses y al mismo Júpiter parte de aquella presa; luego disponemos en la corva playa los lechos y empezamos a comer aquellos opimos manjares, cuando de pronto acuden desde los montes con horrible vuelo las arpías, y batiendo las alas con gran ruido, arrebatan nuestras viandas y las corrompen con su inmundo contacto, esparciendo en torno, entre sus fieros graznidos, insoportable hedor. Segunda vez ponemos las mesas a gran distancia de allí, en una honda gruta, cerrada por corpulentos árboles que la cubren de espesísima sombra, y reestablecemos el fuego en los altares; mas segunda vez también, desde diversos puntos del cielo, sale la resonante turba de sus lóbregos escondrijos, revolotea esgrimiendo sus garras alrededor de nuestros manjares, y los ensucia con sus bocas. Mando entonces a mis compañeros que empuñen las armas y cierren con aquella familia maldita; hácenlo como yo lo dispongo, ocultando las espadas y los broqueles entre la yerba, y apenas las arpías se dispersan en ruidoso tropel por las corvas playas, y Miseno, desde un alto risco, da la señal con una trompeta, las acometen los míos, y en tan nuevo linaje de lid, acuchillan a aquellas sucias aves del mar; pero su plumaje impenetrable las preserva de toda herida, y tendiendo su vuelo por el firmamento en rápida fuga, abandonan la ya roída presa entre asquerosos rastros de su presencia. Sólo Celeno quedó posada en una eminente roca, desde donde, fatal agorera, rompió a hablar en estos términos:

Hijos de Laomedonte, después de habernos movido guerra, destruyendo nuestros ganados, ¿todavía intentáis expulsar a las inocentes arpías del reino de sus padres? Oíd, pues lo que os voy a decir, y guardad bien en la memoria estas palabras: Yo, la mayor de las furias, voy a revelaros las cosas que el Padre omnipotente tiene vaticinadas a Febo, y Febo me ha vaticinado a mí. A Italia enderezáis el rumbo, y a Italia os llevarán los vientos invocados; lograréis arribar a sus puertos, pero no rodearéis con murallas la ciudad que os conceden los hados, sin que antes horrible hambre, castigo de la matanza que habéis intentado en nosotras, os haya obligado a morder y devorar vuestras propias mesas.

Dijo, y volando fue a refugiarse en la selva."


Virgilio, Eneida, canto III

-Latín 

Servatum ex undis Strophadum me litora primum
210accipiunt; Strophades Graio stant nomine dictae,
insulae Ionio in magno, quas dira Celaeno
Harpyiaeque colunt aliae, Phineia postquam
clausa domus, mensasque metu liquere priores.
Tristius haud illis monstrum, nec saevior ulla
215pestis et ira deum Stygiis sese extulit undis.
Virginei volucrum voltus, foedissima ventris
proluvies, uncaeque manus, et pallida semper
ora fame.
Huc ubi delati portus intravimus, ecce
220laeta boum passim campis armenta videmus,
caprigenumque pecus nullo custode per herbas.
Inruimus ferro, et divos ipsumque vocamus
in partem praedamque Iovem; tum litore curvo
exstruimusque toros, dapibusque epulamur opimis.
225At subitae horrifico lapsu de montibus adsunt
Harpyiae, et magnis quatiunt clangoribus alas,
diripiuntque dapes, contactuque omnia foedant
immundo; tum vox taetrum dira inter odorem.
Rursum in secessu longo sub rupe cavata,
230arboribus clausi circum atque horrentibus umbris,
instruimus mensas arisque reponimus ignem:
rursum ex diverso caeli caecisque latebris
turba sonans praedam pedibus circumvolat uncis,
polluit ore dapes. Sociis tunc, arma capessant,
235edico, et dira bellum cum gente gerendum.
Haud secus ac iussi faciunt, tectosque per herbam
disponunt enses et scuta latentia condunt.
Ergo ubi delapsae sonitum per curva dedere
litora, dat signum specula Misenus ab alta
240aere cavo. Invadunt socii, et nova proelia temptant,
obscenas pelagi ferro foedare volucres:
sed neque vim plumis ullam nec volnera tergo
accipiunt, celerique fuga sub sidera lapsae
semesam praedam et vestigia foeda relinquunt.

Cíclope (Polifemo)

-Castellano 

Luego que Polifemo, atestado de co-
spem voltu simulat, premit altum corde dolorem.
210 Illi se praedae accingunt, dapibusque futuris;
tergora deripiunt costis et viscera nudant;
pars in frusta secant veribusque trementia figunt;
litore aena locant alii, flammasque ministrant.
Tum victu revocant vires, fusique per herbam
215 implentur veteris Bacchi pinguisque ferinae.
Postquam exempta fames epulis mensaeque remotae,
amissos longo socios sermone requirunt,
spemque metumque inter dubii, seu vivere credant,
sive extrema pati nec iam exaudire vocatos.
220 Praecipue pius Aeneas nunc acris Oronti,
nunc Amyci casum gemit et crudelia secum
fata Lyci, fortemque Gyan, fortemque Cloanthum.

Et iam finis erat, cum Iuppiter aethere summo
despiciens mare velivolum terrasque iacentis
225litoraque et latos populos, sic vertice caeli
constitit, et Libyae defixit lumina regnis.
Atque illum talis iactantem pectore curas
tristior et lacrimis oculos suffusa nitentis
adloquitur Venus: “O qui res hominumque deumque
230aeternis regis imperiis, et fulmine terres,
quid meus Aeneas in te committere tantum,
quid Troes potuere, quibus, tot funera passis,
cunctus ob Italiam terrarum clauditur orbis?
Certe hinc Romanos olim, volventibus annis,
235hinc fore ductores, revocato a sanguine Teucri,
qui mare, qui terras omni dicione tenerent,
pollicitus, quae te, genitor, sententia vertit?
Hoc equidem occasum Troiae tristisque ruinas
solabar, fatis contraria fata rependens;
240nunc eadem fortuna viros tot casibus actos
insequitur. Quem das finem, rex magne, laborum?
Antenor potuit, mediis elapsus Achivis,
Illyricos penetrare sinus, atque intima tutus
regna Liburnorum, et fontem superare Timavi,
mida y aletargado por el vino, reclinó la doblada cerviz y se
tendió cuan inmenso era en su caverna, arrojando por la
boca, entre sueños, inmundos despojos, mezclados con vino
y sangre, nosotros, después de invocar a los grandes núme-
nes, y designados por la suerte los que habían de acometer la
empresa, nos arrojamos todos a la vez sobre él, y con una
estaca aguzada le taladramos el enorme ojo, único que ocul-
taba bajo el entrecejo de su torva frente, semejante a una
rodela argólica o al luminar de Febo; y alegres en fin, ven-
gamos las sombras de nuestros compañeros. Pero huíd, in-
felices, huíd, y cortad el cable que os amarra a la costa...
porque no es ese Polifemo, tal cual os le ha pintado, el único
que recoge sus ovejas en la inmensa caverna y les exprime las
ubres; otros cien infandos Cíclopes, tan gigantescos y fieros
como él, habitan estas corvas playas y vagan por estos altos
montes. Ya por tercera vez se han llenado de luz los cuernos
de la luna desde que arrastro mi existencia por las selvas,
entre las desiertas guaridas de las fieras, observando desde
una roca cuándo asoman los gigantes Cíclopes, y temblando
al ruido de sus pisadas y de su voz. Los arbustos me dan un
miserable alimento de bayas y desabridas cerezas silvestres;
las yerbas me sustentan con sus raíces, que arranco con mi
mano. Atalayando estos contornos, descubrí vuestras naves,
que se dirigían a estas playas, y a ellas, fuesen de quien fue-
sen, resolví entregarme. Mi único afán es huir de esta mons-
truosa gente; ahora vosotros imponedme el género de
muerte que os plazca."
No bien había pronunciado estas palabras, cuando en la
cumbre de un monte vemos moverse entre su rebaño la
enorme mole del mismo pastor Polifemo, que se encaminaba
a las conocidas playas; monstruo horrendo, informe, colosal,
privado de la vista. Lleva en la mano un pino despojado de
sus ramas, en que apoya sus pasos, y le rodean sus lanudas
ovejas, su único deleite, consuelo también en su desgracia...
Luego que tocó las profundas olas y hubo penetrado en el
mar, lavó con sus aguas la sangre que chorreaba de su ojo
reventado, rechinándole los dientes de dolor; y avanzando
enseguida a la alta mar, aun no mojaban las olas su enhiesta
cintura. Temblando precipitamos la fuga, después de haber
acogido en nuestro bordo al griego suplicante, que bien lo
merecía; cortamos los cables en silencio, e inclinados sobre
los remos, a porfía barremos la mar. Oyonos él, y torció su
marcha hacia donde sonaba el ruido que hacíamos; mas co-
mo no le fuese dado alcanzarnos con su mano, ni pudiese
correr tan aprisa como las olas jónicas, levantó un inmenso
clamor, conque se estremecieron el ponto y todas las olas,
retembló en sus cimientos toda la tierra de Italia, y rugió el
Etna en sus huecas cavernas. Concitados por aquel ruido,
acuden los Cíclopes de las selvas y de los altos montes, y
precipitándose en tropel hacia el puerto, llenan las playas; en
ellas veíamos de pie y mirándonos en vano con feroces ojos,
a aquellos hermanos, hijos del Etna, cuyas altas frentes se
levantaban al firmamento. ¡Horrible compañía! tales se alzan
con sus excelsas copas las aéreas encina o los coníferos ci-
preses, en las altas selvas de Júpiter o en los bosques de Dia-
na. Aguijados por el miedo, maniobramos, atentos sólo a
precipitar la fuga, tendiendo las velas al viento favorable;
mas recordando los preceptos contrarios de Eleno, que nos
recomendaba evitar el rumbo entre Scila y Caribdis, como
muy peligroso, determinamos volver atrás, cuando he aquí
que empieza a soplar el Bóreas por el angosto promontorio
de Peloro, y nos impele más allá de las bocas del río Pantago,
formadas por peñas vivas del golfo de Megara y de la baja
isla de Tapso. Todas aquellas playas que de nuevo recorría,
nos iba enseñando Aqueménides, compañero del infeliz Uli-
ses.

-Latín
 
paupere—mansissetque utinam fortuna!—profectus.
Hic me, dum trepidi crudelia limina linquunt,
inmemores socii vasto Cyclopis in antro
deseruere. Domus sanie dapibusque cruentis,
intus opaca, ingens; ipse arduus, altaque pulsat
620sidera—Di, talem terris avertite pestem!—
nec visu facilis nec dictu adfabilis ulli.
Visceribus miserorum et sanguine vescitur atro.
Vidi egomet, duo de numero cum corpora nostro
prensa manu magna, medio resupinus in antro,
625frangeret ad saxum, sanieque aspersa natarent
limina; vidi atro cum membra fluentia tabo
manderet, et tepidi tremerent sub dentibus artus.
Haud impune quidem; nec talia passus Ulixes,
oblitusve sui est Ithacus discrimine tanto.
630Nam simul expletus dapibus vinoque sepultus
cervicem inflexam posuit, iacuitque per antrum
immensus, saniem eructans et frusta cruento
per somnum commixta mero, nos magna precati
numina sortitique vices, una undique circum
635fundimur, et telo lumen terebramus acuto,—
ingens, quod torva solum sub fronte latebat,
Argolici clipei aut Phoebeae lampadis instar,—
et tandem laeti sociorum ulciscimur umbras.
Sed fugite, O miseri, fugite, atque ab litore funem
640rumpite.
Nam qualis quantusque cavo Polyphemus in antro
lanigeras claudit pecudes atque ubera pressat,
centum alii curva haec habitant ad litora volgo
infandi Cyclopes, et altis montibus errant.
645Tertia iam lunae se cornua lumine complent,
cum vitam in silvis inter deserta ferarum
lustra domosque traho, vastosque ab rupe Cyclopas
prospicio, sonitumque pedum vocemque tremesco.
Victum infelicem, bacas lapidosaque corna,
650dant rami et volsis pascunt radicibus herbae.
Omnia conlustrans, hanc primum ad litora classem
conspexi venientem. Huic me, quaecumque fuisset,
addixi: satis est gentem effugisse nefandam.
Vos animam hanc potius quocumque absumite leto.
Vix ea fatus erat, summo cum monte videmus
ipsum inter pecudes vasta se mole moventem
pastorem Polyphemum et litora nota petentem,
monstrum horrendum, informe, ingens, cui lumen ademptum.
Trunca manu pinus regit et vestigia firmat;
660lanigerae comitantur oves—ea sola voluptas
solamenque mali.
Postquam altos tetigit fluctus et ad aequora venit,
luminis effossi fluidum lavit inde cruorem,
dentibus infrendens gemitu, graditurque per aequor
665iam medium, necdum fluctus latera ardua tinxit.
Nos procul inde fugam trepidi celerare, recepto
supplice sic merito, tacitique incidere funem;
vertimus et proni certantibus aequora remis.
Sensit, et ad sonitum vocis vestigia torsit;
670verum ubi nulla datur dextra adfectare potestas,
nec potis Ionios fluctus aequare sequendo,
clamorem immensum tollit, quo pontus et omnes
contremuere undae, penitusque exterrita tellus
Italiae, curvisque immugiit Aetna cavernis.
At genus e silvis Cyclopum et montibus altis
excitum ruit ad portus et litora complent.
Cernimus adstantis nequiquam lumine torvo
Aetnaeos fratres, caelo capita alta ferentis,
concilium horrendum: quales cum vertice celso
680aeriae quercus, aut coniferae cyparissi
constiterunt, silva alta Iovis, lucusve Dianae.

Imágenes de la mitología




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